Como se ha visto recientemente, el turismo sufrió la peor crisis de su historia como consecuencia de la COVID-19. La pandemia ha traído aparejada una mayor concienciación sobre el impacto que la actividad humana tiene en la naturaleza y la conexión entre la salud humana y la biodiversidad, y la importancia de un medio ambiente saludable como barrera natural contra futuras pandemias y enfermedades tropicales infecciosas (la malaria, el dengue, la fiebre amarilla).
Por otra parte, más del 80 % del valor de los bienes y servicios vinculados al sector turístico depende de los recursos ambientales, mientras que el clima define la duración y la calidad de las temporadas turísticas, siendo la protección del medio ambiente parte esencial para garantizar su prosperidad en el futuro, su resiliencia y un factor determinante en la elección del destino por parte del consumidor.
El turismo es, por tanto, muy sensible a los efectos del cambio climático, cuyos fenómenos meteorológicos extremos tienen un impacto directo en la biodiversidad, la vida silvestre, los niveles y calidad del agua y en la generación de energía y sus precios de los destinos turísticos.